sábado, 4 de agosto de 2012

What are you afraid of?

Hoy he comenzado el día escuchando un par de frases que me han hecho pensar. Y hablo de buen pensar, de ese pensar que, aunque te escueza un poco, sirve de algo.
La primera frase,curiosamente, la he visto en el nuevo anuncio de IKEA: "Empieza a cambiar pequeñas cosas y a descubrir que no son tan pequeñas". ¡Premio a los publicistas por todo el significado que alberga la frase!
Desde hace algunos años he intentado cambiar mi posición en la vida o la estructura general de todo a grandes pasos, y me he dado cuenta de que lo de "despacito y con buena letra" está genial a veces, pero otras es necesario armarse de valor y dar un paso en grande.A veces dar un paso en grande es la forma de, una vez que hemos llegado a la otra orilla, empezar a observar lo que hemos dejado por el camino en pasos pequeñitos. A veces duele tanto ver lo que dejamos, que seríamos incapaces de llegar a la otra orilla si nos dedicásemos a ir poquito a poco. Digamos que llegaríamos hechos un puré. Dar un buen salto, llegar al otro lado, disfrutar de las vistas y del aire nuevo y más adelante mirar hacia atrás e ir asumiendo poco a poco lo del camino, es a veces la mejor opción.
Sin embargo, he de decir que, quitando alguna vez en mi vida, soy más partidaria siempre de la opción de IKEA: ir poquito a poco y con pies de plomo. Ir despacito a veces desespera, porque es como si no notásemos el cambio, pero si somos un poquito pacientes, a la vuelta de la esquina siempre vamos encontrándonos con pequeñas cosas que nos hacen sentir mejor. 
El ser humano en sí tiene miedo de la novedad cuando es demasiada; solemos ir a lo cómodo, a lo que sabemos que nos va a ir bien, preferimos lo malo conocido que lo bueno por conocer. Hablo de la tónica general, claro, siempre hay excepciones; aunque en realidad yo pienso que cada persona tiene momentos de "Aquí me quedo" y de "Me lanzo al vacío". Creo que el cómo enfrentarnos a cada situación en la vida viene dado por las experiencias que hayamos tenido, y no por su número, sino por su intensidad. Siempre he creído que es una falacia eso de que cuanto más mayor, más sabes. Hoy en día la edad no es un sinónimo de madurez, conozco personas de 21 años más maduras que otras de 60. Todo depende de lo que vivas, de la intensidad de tus experiencias y sobre todo de los cambios que éstas te obliguen a hacer en ti. No hay nada más difícil y que implique más esfuerzo que la necesidad de cambiar uno mismo. Curiosamente, estos cambios en uno mismo requieren casi siempre de un proceso de "poco a poco". Por poner un ejemplo, no hay quien deje de tener miedo de un día para otro. Es cierto que de un día para otro puedo decidir que hago puenting, pero la mayor parte de nuestras experiencias vitales son algo más complejas que eso, sobre todo por el hecho de que implican a otras personas y no duran sólo lo que tarde en caer del puente.
Esto me lleva a la segunda frase que ha abierto mi día de hoy, que está relacionada con las relaciones, con las personas al fin y al cabo, porque no somos más que relaciones con lo y los que nos rodean. Prácticamente todo lo que hacemos, por pequeño que sea, tiene una consecuencia en alguien que esté cerca de nosotros y esto es algo que no podemos evitar y que, de hecho, no queremos. Hay momentos en la vida en los que pretendemos ser nosotros y ya está, quiero decir, nosotros con nosotros mismos, haciendo lo que nos dé la gana y dejando atrás a los demás. Sin embargo, antes o después se nos cruza alguien que nos hace querer ser "yo y tú", aunque sea un poco. Mi gran amiga Cris, hablando sobre las personas hoy, me ha dicho " ¿No será que tú esperas demasiado de la gente?" y creo que, en resumidas cuentas, ese es el mayor problema que me ha perseguido toda la vida. Respecto a familiares, amigos, parejas...no sólo yo, sino todos alguna vez cometemos el error de pensar que vamos a recibir lo que damos; y no hablo para nada en un sentido materialista, sino en algo tan simple como el hecho de creer que si somos buenos, serán buenos con nosotros. Pues he aquí la mayor verdad jamás contada: no hay nadie tan parecido y a la vez tan distinto a nosotros como la persona que tenemos al lado. Y esto quiere decir que si el de al lado nos importa un poco, le damos el poder de emocionarnos, de alegrarnos, de hacernos reír, de subirnos la autoestima, de hacernos cambiar. Pero de la misma forma le abrimos la puerta para que nos toque la fibra sensible, nos dé dolores de cabeza, nos haga daño...nos haga cambiar en otro sentido. Abrir un sentido sin abrir otro es físicamente imposible, a menos que consideremos a esa otra persona un trozo de carne con ojos y nos convirtamos en eso nosotros mismos cuando estamos con ella. 
Os dejo con una gran verdad que escuché una vez y me dejó marcada: "Enamorarse es darle a alguien el poder para destruirnos y confiar en que no lo hará". Ahí queda.

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