miércoles, 8 de agosto de 2012

A helping hand...

Estamos hechos de experiencias y de otras personas. Eso es así. Así de fácil y así de difícil.
Somos un mazacote de barro con algunos trazos, que va tomando forma según lo que vivimos y según quién se nos cruza por el camino.
Hoy escribo sobre este tema porque creo que existe gente maravillosa por ahí merodeando, que lo que hace desde hace tiempo es eso: merodear. Sin ningún rumbo. Y ese rumbo lo cambiaron experiencias y personas.
Dentro de cada uno de nosotros hay un puñadito de ilusiones y de metas que se van forjando con el tiempo y van haciéndose más claras conforme crecemos.
Las experiencias que tenemos pueden darles más forma o desconfigurarlas totalmente.
Creo que estamos hechos para ir a lo cómodo, para no arriesgar demasiado, pero a la vez hay momentos en la vida en los que uno siente el impulso natural de dejarse llevar a ciegas. Una vida sin esto carece de emoción, se vuelve aburrida y acaba quemando a cualquiera.
Muchas veces nos vienen períodos de estabilidad, períodos en los que estamos al 100% con nosotros mismos, y por tanto, podemos estar al 100% con los demás. El momento más claro para ver esto es cuando estamos en una relación estable. Nos sentimos plenos, pero a la vez sentimos que una parte de nosotros la tiene la otra persona y esto no nos da miedo, es algo que nos hace sentir especiales, cómodos y confortables. Todos nos hemos imaginado un futuro con esa persona, no hay quien no lo haya hecho, o sino, dejadme que os diga, que nunca habéis estado enamorados de verdad.
Lamentablemente la vida da muchas vueltas y además le encanta ponernos a prueba. Creo que las relaciones no funcionan porque hay cosas que cambian fuera, que nos cambian por dentro y al confundirnos, necesitamos tantos recursos para volver a encontrarnos a nosotros mismos, que le quitamos a la otra persona aquel pedacito de nosotros del que antes he hablado. La otra persona nota que esa parte se ha ido, claro. Y el resto viene solo. En semanas, meses o incluso años, pero viene. Por muy acostumbrados que estemos a estar con alguien, por mucho vértigo que nos dé vernos solos y cambiar todo, si somos incapaces de entregar esa parte, todo termina.
Todos hemos terminado alguna vez. A veces porque nosotros hemos requerido nuestro pedacito prestado y a veces porque nos han quitado el pedacito de la otra persona. Todos nos hemos sentado al borde de la cama y hemos mirado a un punto fijo sin saber, por primera vez, hacia dónde vamos. Nuestra línea temporal del futuro (aunque sea ilusoria) que nos proporcionaba estabilidad, se rompe y se nos cae sobre los hombros. Nos vemos con un montón de ilusiones a pedacitos, de las cuales reconocemos algunas y otras no. Después de varios días, conseguimos levantar el tipo y empezar a andar, aunque sólo sea por sentir que seguimos vivos y todo nos dé un poco igual.
Pasan los meses y cada mes nos quitamos un poquito de peso de los hombros, pero gastamos tanta fuerza que somos incapaces de buscar algo con lo que crear una nueva línea de futuro que nos guíe.
Somos así, a veces no estamos "pa ná". A veces sólo queremos ser un ente abstracto que suple sus necesidades básicas. Con los meses vamos ampliando esas necesidades, y nos convertimos en entes abstractos que sólo tienen en mente que pase el tiempo y pasarlo bien, disfrutar de la vida (en un sentido vacío del término aunque todavía no lo sabemos). Nuestro día a día se basa en explotar nuestras aficciones, comer, trabajar (si podemos), calmar nuestras necesidades sexuales con quien se nos cruce y nos haga "gracia", explotar los lazos amistosos y dormir.
Normalmente después de esta fase llega una muy parecida en la que vamos recuperando parte de nuestros objetivos vitales pensándolos de forma individual y sin compartirlos con quien antes teníamos al lado. Redireccionamos, reestructuramos y nos sentimos satisfechos porque estamos "centrándonos". Retomamos una vida responsable, explotamos nuestras aficciones, comemos, calmamos nuestras necesidades sexuales con quien se nos cruce y nos haga "gracia" y nos interese un poquito, pasamos tiempo con nuestros amigos y dormimos.
Y de repente un día, la cosas cambian. Hay millones de cosas alrededor nuestra que pueden alterar este ciclo tan cómodo al que nos hemos acostumbrado de estar agusto-disfrutar-no surfrir.
Enfermedades, problemas con amigos, personas que nos descolocan, despidos de trabajo, accidentes, nuevos hobbies, relaciones familiares...es un campo de minas. 
Hay veces que nos topamos con cosas malas y ahí es cuando nuestro espíritu "emo" se apodera de nosotros, que ay por Dios! hemos sufrido taaaaaanto en la vida y nos ha costado taaaaanto llegar a donde estamos...damos lo que podemos, salimos del paso, aprendemos y con suerte todo vuelve a la normalidad. Otras veces el proceso se alarga.
También hay veces que nos topamos con cosas buenas, pero en nuestra situación, ver algo bueno más allá de lo placentero y de evasión todavía nos cuesta. Sobre todo porque lo que realmente merece la pena cuesta algún esfuerzo y seguimos sin estar "pa ná" ni "pa nadie". El ejemplo perfecto es cuando un día se nos cruza alguien que nos hace "gracia", pero más que para un día o para cuatro. Nuestra autoestima sube un pelín o directamente se pone por las nubes (depende del caso), nos apetece compartir ciertas cosas, disfrutar como antes (pero de vez en cuando con esa compañía), "enseñarnos" tal y como somos, preguntar sobre la otra persona, hacer nuevas cosas con ella. Eso sí,siempre teniendo claro que estamos íntegros, que entregamos nuestro pedacito a ratos. Compartir ciertas cosas puede convertirse en un proceso que nos acojona tanto que a veces necesitamos repetirnos en alto que somos egoístas (en el buen sentido del término) y que no tenemos que tener miedo de nada, porque pase lo que pase seguimos estando enteros. Seguimos diferenciando entre el yo y el tú. De yo contigo nada. Bueno sí...bueno, a ratos.
Esta fase es la más cómoda y por tanto la más larga y la que más nos cuesta traspasar. De hecho hay quien tristemente nunca lo hace. Y digo tristemente sin juicios de valor, no porque mi visión del mundo sea tener pareja, sino porque hay personas que tienen esa visión y nunca llegan a recuperarla por miedo. 
Hay algo que es cierto: la felicidad sólo es real cuando se comparte. Podemos compartirla con familiares, amigos, parejas...pero necesitamos compartirla. El problema es que a veces perdemos la capacidad de compartirla con quien queremos.
Yo he estado ahí, me he vuelto a sentir entera, he exprimido a mis amigos, lo he pasado increíblemente bien, he conocido mucha gente "pa un ratito", he dejado de pensar y me he dedicado a vivir.
Pero a mi también me ha "asaltado" alguna vez  alguien por el camino y me ha roto un poco los esquemas. Yo también me he preguntado qué sería de mi si me entregara entera otra vez y no a cachos. Luego he descartado la idea, porque la he visto un riesgo innecesario, además de que realmente no ha sido algo que me compensara.
El problema es que a veces sí compensa. No tirarse al vacío y volver atrás, a como éramos al principio, porque volver atrás es imposible. Pero muchas veces compensa entrar y caminar despacito, porque un día de repente estamos agusto en un sitio nuevo.
¿Lo difícil de esto? Que si compensa o no, no lo sabemos hasta que lo hacemos. Pensamos que es imposible, hasta que lo conseguimos. 
Yo creo que he o había entrado por fin en la fase de los pequeños pasitos. Me he cansado un poco de tener miedo, porque una vez que le he plantado cara, he descubierto que hay cosas de mi que siguen vivas, aunque las imaginaba muertas y enterradas. 
Y os animo, de verdad, a que no tengáis miedo, a que abráis la mente, a que no os cerréis a nada. Porque nunca, nunca jamás sabes qué es lo que puede pasar, ni hoy, ni mañana, ni dentro de 20 años. 
No esperéis a que un día de repente las ganas de compartir os vengan mientras estáis sentados en vuestro sofá y lo veáis todo claro. Eso no pasa, nunca. Si algo nos hace cambiar, son las personas.
Si algo nos hace replantearnos nuestros principios, son las personas. Si alguien nos quita el miedo, son las personas. Si alguien nos hace sentirnos vivos y mirar hacia el futuro y verle sentido, son las personas.
Os digo, por experiencia propia, que uno a veces sólo tiene que dar la mano y dejar que tiren un poco por él, que cuando a uno le dan un tirón demasiado fuerte y le duele el brazo, no tiene más que decirlo y seguramente, no sólo tirarán de él más despacio, sino que lo mismo hasta se lleva un masaje en el brazo. Dejaos mecer, que os dejen dormidos. Apagad un poco la luz roja de la cabeza y encender otra de un poco más abajo. Dejad un poco que pida el cuerpo, y a la cabeza dejarla calladita.

Dedico esta entrada a esas personitas que están a mi lado, que han sido valientes, pero la persona que tenían al lado no tanto. Porque no saben lo que se han perdido por querer correr y no saber ir despacito, ni querer intentarlo.
Y sobre todo te la dedico a ti, porque he estado exactamente donde tú estás y si algo hago, es comprenderte. Pero por eso mismo, no puedo evitar tirarte de la mano hacia delante, a paso de tortuga si hace falta, porque puede que me equivoque, pero creo que merece la pena. Y porque el miedo y yo ya nos llevamos bien, y quiero que veas lo estúpido que es, para que le mandes a la mierda tú también.

Haced caso al gran Charles Chaplin: "El tiempo es el mejor autor, siempre encuentra el final perfecto".

No hay comentarios:

Publicar un comentario